La Academia de las Artes Escénicas prepara unos galardones semejantes a los Max, organizados por la SGAE, que se entregan esta noche en Valladolid
Este lunes durante la noche se celebrará en el Teatro Calderón de Valladolid la ceremonia de distribución de la 22ª edición de los Premios Max de las Artes Escénicas. Lehman Trilogy, comandado por Sergio Peris-Mencheta; Temps Salvatge, del Teatro Nacional de Catalunya, y La inocencia, de Alfredo Sanzol, compiten por el galardón al mejor show del año. Concha Velasco va a recibir el Premio de Honor y la gala, apuntada por Ana Zamora, va a ser conducida por el actor Fernando Cayo y tendrá las actuaciones de artistas tan diversos como Sílvia Pérez Cruz, Amancio Prada, Eliseo Parra o el Nuevo Mester de Juglaría.
Conformados en 1998 por la SGAE, los Max son los galardones más indispensables de las artes escénicas en España, los goyas del teatro y la danza, aunque su difusión más allá del mundillo profesional es infinitamente menor: es visible que el teatro no suscita el mismo interés que el cine en la sociedad de hoy. El ministro del ramo no en todos los casos asiste a la ceremonia (Guirao no va a estar este año y Wert era alérgico) y, año tras año, los organizadores pelean para hallar una retransmisión en prime time en La 1 de TVE, pero los bajos índices de audiencia terminan relegándolos siempre a La 2, y también en ocasiones no en directo: el último año se difundieron en diferido, cuando la gala ya había terminado.
Los expertos festejan los Max, desde luego, pero no parecen identificarse del todo con unos premios que organiza una entidad con graves inconvenientes de prestigio y corrupción. En vez de eso, hace años dado que el área discute la necesidad de que la profesión organice sus propios galardones. Esa fue una de las causas que impulsaron la fundación en 2014 de la Academia de las Artes Escénicas de España, que ya desde sus inicios emprendió diálogos con la SGAE para un viable traspaso de la marca Max.
Las negociaciones han comenzado en 2015 y enseguida fructificaron en una colaboración en la edición de 2016 que consistía en que los integrantes de la Academia participarían como jurados en la selección de los finalistas y la etapa final de triunfadores. La fórmula no funcionó bien porque por entonces la entidad recién construída poseía aún escasos socios (unos 300) y votaron pocos, por eso la SGAE tomo la decisión de no reiterar el ensayo al año siguiente.
En los primeros meses de 2018, la Academia y la SGAE trabajaron en conjunto en la redacción de un viable convenio por el cual la entidad de administración traspasaría pausadamente los Max con un tiempo transitorio de cinco años: tres años para transladar la organización y dos años más para los asuntos baratos. El pacto no llegó a ser refrendado porque la SGAE festejó selecciones en otoño y cambió la estructura de su Junta Directiva. A finales del último año hubo otro intento de acercamiento, con una exclusiva oferta de la Academia, que pedía la cesión total en un período de tres años, condición que la SGAE rechazó. “Durante 22 años esta entidad se ha volcado en la promoción de estos premios, con bastante esfuerzo y mucha generosidad hacia el planeta del teatro, habría recibido una organización a medias entre ámbas instituciones, pero no una renuncia total. Sería como abandonar un hijo”, enseña a este períodico Ana Graciani, presidenta de la Fundación SGAE.
Según Jesús Cimarro, presidente de la Academia de las Artes Escénicas, “se están cerrando ya los primeros acuerdos con patrocinadores para lograr ordenar una edición de los recientes premios en 2020 o 2021 como muy tarde”. El plan es festejar las galas de distribución en otoño (los Max siempre son en primavera) y hacerlas más interesantes, “más televisivas”, para hallar una más grande difusión.
Otro asunto que se estudia y que siempre es fundamento de disputa es el sistema de votación. Desde que se hicieron los Max se han ensayado numerosas fórmulas, pero ninguna termina de complacer al área. De 1998 a 2005 todos los socios de la SGAE (unas 12.000 personas) podían votar por correo postal. De 2006 a 2013, el censo se redujo a los expertos del área (unos 5.000) y se pasó a un sistema de votación virtual. Los dos métodos fueron criticados porque se decía en la profesión que ganaba quien más amigos tuviera, por eso la SGAE tomo la decisión de evaluar un sistema de tres jurados formados por expertos invitados con representantes de todo el territorio nacional: uno para la etapa de selección de candidatos, otro para la selección de los finalistas y otro para los triunfadores finales. Este es el que sigue desde ese momento, con la distinción de la edición de 2016 por la participación de la Academia.
“El sistema de los tres jurados es el que nos se ve más justo porque tiene presente no solo las producciones de las considerables capitales sino además a las chicos montajes que frecuentemente pasan inadvertidos para el enorme público. Sin embargo, siempre nos encontramos libres a mejorarlo”, afirma Graciani. En cambio, muchas voces de la profesión critican la descentralización territorial del jurado porque frecuentemente daña los espectáculos de más triunfo y reconocimiento de crítica. “El 50% del teatro español se produce en Madrid. No es habitual que eso no se refleje en la misma proporción en las candidaturas”, recomienda Cimarro.
La Academia está analizando fórmulas de otros territorios para ver cuál podría ajustarse al mejor al ecosistema teatral español, como los Tony de Broadway, los Laurence Olivier de Londres y los Molière franceses, que acostumbran unir numerosas rondas de valoraciones con jurados diversos. La Academia quiere subsanar además el inconveniente que piensa en los Max visto que solo logren ser candidatos los espectáculos registrados en la entidad, lo que fundamentalmente deja fuera todos los enormes musicales, que abonan sus derechos de creador de manera directa a sus desarolladores.
Una gala muy castellana
La gala de la 22ª edición de los Premios Max, que va a ser retransmitida directamente por La 2 de TVE desde las 20.00, va a tener un claro gusto español. Comenzando por el Max de Honor a la vallisoletana Concha Velasco, que de esta forma va a recibir el homenaje en su tierra. El maestro de ceremonias va a ser otro vallisoletano, Fernando Cayo. Y la conocida directora teatral Ana Zamora, segoviana, convertirá el ámbito del Teatro Calderón de Valladolid en un brillante trigal mesetario.
Bajo el lema La fiesta de la independencia, la ceremonia combinará la civilización clásico castellana, desde los dulzaineros hasta los cabezudos, con actuaciones de artistas contemporáneos y música de hoy. Intervendrán Sílvia Pérez Cruz, el grupo burgalés LA M.O.D.A., Amancio Prada, Eliseo Parra, Julia de Castro, Nuevo Mester de Juglaría y Let the Children Play Big Band.